El tercer ojo by T. Lobsang Rampa

El tercer ojo by T. Lobsang Rampa

autor:T. Lobsang Rampa
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1956-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo X

Creencias tibetanas

Quizá sea interesante que dé aquí algunos detalles sobre nuestras creencias. Nuestra religión es una forma de budismo, pero no existe una palabra que pueda dar una idea exacta en la traducción. La llamamos «la Religión», y a los de nuestra fe les llamamos «los que están dentro». A los de otras creencias los designamos con una palabra que puede significar «los que están fuera» o «los extraños». La palabra más aproximada, ya usada en Occidente, es lamaísmo. Se aparta del budismo en que nuestra religión es de esperanza y de creencia en el futuro. El budismo nos resulta una religión negativa, una religión de la desesperanza.

Muchos sabios han estudiado y comentado de un modo erudito nuestra religión. Muchos de ellos nos han condenado porque les ciega su propia fe y no admiten otros puntos de vista. Algunos han llegado a llamarnos «satánicos». La mayoría de estos escritores han basado sus opiniones en referencias muy indirectas de los escritos de otros autores. Es posible que unos cuantos hayan estudiado nuestras creencias durante unos cuantos días y se hayan creído competentes para escribir libros sobre el tema e interpretar y difundir lo que ha costado toda una vida a nuestros hombres más sabios llegar a saberlo y comprenderlo.

Imagínense ustedes las enseñanzas de un budista o de un hindú que haya repasado durante un par de horas la Biblia y pretenda explicar los puntos más sutiles del cristianismo. Ninguno de estos autores que han escrito sobre el lamaísmo ha vivido desde niño como monje en una lamasería ni ha estudiado los Libros Sagrados. Estos Libros son secretos; secretos, porque no son asequibles a los que pretenden lograr una salvación rápida y sin esfuerzo. Los que deseen dominar algunos de nuestros ritos o una forma de autohipnosis, pueden conseguirlo si va a servirles de algo. Pero esa no es la realidad íntima, sino un juego de niños. A algunos les resultará muy consolador que se pueda cometer pecado tras pecado y que luego, si la conciencia les molesta demasiado, baste ofrecer cualquier presente en el templo más cercano para que los dioses, agradecidos, le otorguen un perdón inmediato y total; con lo cual pueden comenzar de nuevo a pecar. Pero la verdad es que existe un Dios, un Ser Supremo. ¿Qué importa cómo le llamemos? Dios es un hecho.

Los tibetanos que han estudiado las verdaderas enseñanzas de Buda nunca piden misericordia ni favores, sino sólo que el hombre los trate con justicia. Un Ser Supremo esencia de la justicia no puede ser misericordioso con uno y no con otro, ya que esto sería la negación de la justicia. Rezar para obtener misericordia o favores, prometiendo oro o incienso si se logra lo que se desea, supone dar por cierto que la salvación se concede al mejor postor; que Dios anda escaso de dinero y puede ser «comprado».

El hombre puede mostrarse misericordioso con sus prójimos, pero rara vez lo hace; y en cuanto al Ser Supremo sólo puede ser justo. Somos almas inmortales.



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